El comienzo de una nueva era no debiera de servir de abono para las semillas de viejos frutos putrefactos. Los gusanos que carcomían desde la raíz éste árbol, de apariencia robusta y hoja perenne, dejaron su rastro y los despojos que a día de hoy apestan su entorno.
No sé si el hedor es mayor o menor que el efecto tan perturbador que genera, pero de lo que no cabe duda es que si en un lugar abunda la mierda, no hay dios en ese sitio que se salve de olerla por mucho que haga como si no existiera.
Los dinosaurios que una vez gobernaran la tierra (de largo muchísimo mejor que el ser humano) tras millones de años enterrados, hoy día vuelven a tener el poder en sus garras.
¿Cómo? El líquido viscoso en el que se convirtieron mueve hoy a lo que llamamos (in)Mundo.
Le han dado el poder a quien nunca lo debió ob-tener y con ello han moldeado una figura de aspecto y tacto parecido al barro aunque con mucha menos consistencia y más olor a decadencia.
Pero... ¡qué nadie se confunda! Todos nos bajamos los pantalones, dentro y fuera del váter, nos sentamos cual acto de pasividad y relajación absolutas ante la llegada de una gran cagada.
Joder todo lo que se nos ponga por delante (o por debajo, según el ojo que mire) sin planteamiento más profundo o más lejano y al final acabamos todos de porquería hasta los codos, nadando entre des-hechos y tragando para poder mantenernos sanos y salvos.
Es el todo avocado a la nada por haberlo estropeado. -"¿Y ahora qué hago?"
No creo que me duela revelaos que es demasiado tarde para dejar de caminar descalzo por el fango y pretender seguir de punta en blanco.
De niños nos manchábamos jugando y ahora que vacilamos de adultos... somos más tontos del culo que cuando nuestras madres solían limpiárnoslo. El papel que usamos rebaña todo aquello de lo que queremos librarnos; seca nuestras conciencias pero impregna y repella la vergüenza (¿ajena?).
Si bien hay algo muy cierto es que todo vuelve al mar en el que nos bañamos, al río en el que pescamos, al agua que bebemos y a la lluvia que riega nuestros campos. Pero lo más triste de todo es que...
Jamás comprenderemos que nunca pudimos evitar cagar aquello que tragamos.
De vez en cuando, y más a menudo que de forma esporádica, reflexiono y analizo aquellas singularidades de nuestro tiempo. Aquellas con las que me cruzo a diario y forman mi realidad más inmediata y cercana. La que toca esta vez está de rabiosa actualidad y... ¡Maldita la hora!
Desde que el mundo (no tan mundo) ya no es tan puro y los seres humanos son más idiotas tras el advenimiento de las marcas y las tendencias de moda (establecidas por cuatro soplanucas y una comerrajas reprimida), aquellos seres ("individuos" en este caso se me antoja como piropo) de la sociedad rebosantes de inquietud por enseñarle al universo lo fantabulosos que son y, al mismo tiempo, ser la envidia y admiración de su barrio (ahora comúnmente conocido como facebook), se han convertido en la peor de las plagas. Lo han conseguido hasta tal punto que hieden tanto... ¡tanto!, que ya no son capaces de oler la mierda bajo su nariz. Para más inri, aquellos que sí podemos oler los aromas de la sensatez y el sentido común, somos sometidos a un apartheid banal y gaseados en los campos de concentración de sus confinadas mentes.
¡Valientes imbéciles!
Lo más curioso de todo es que ellos mismos se han confeccionado su propio "pijama de rallas". ¿Habéis adivinado ya a quién me estoy refiriendo? ¡Exacto!
Los hipsters (lástima lo que puede llegar a degenerar un término de aquellos maravillosos años 40 relacionado con el Jazz), o "modernos de medio pelo" como deberían llamarse en realidad, no son más que un atajo de imbéciles pseudopudientes, ebrios de estupidez, a los que les han hecho engullir y meterse por el culo la dosis suficiente de mal gusto e inmunidad para no salir huyendo tras verse frente al espejo. Todo un favor global y humanitario que podrían hacernos sería quitarse de en medio al contemplarse ante semejante combinación aberrante de complementos (mal)rescatados de la edad de piedra, una pose tomada de cualquier revista de baja "prensa", una carencia total y absoluta de personalidad, encumbrada y rematada por una actitud tan EXCLUYENTE y CLASISTA que los partidos de extrema derecha, e incluso el propio Adolfo Hitler, parecen unos monjes tibetanos.
¿Por qué lucen y visten así?
-Muy fácil. Para que, al igual que nuestros padres hicieron con nuestros abuelos, el día de mañana sus hijos puedan mirarles a los ojos con una mirada entre incrédula y atónita, a la vez que les señalen con el dedo, y se rían de ellos a mandíbula desen-car-cajada.
¡Vamos a echar este mundo a perder por unos cuantos! Y como no aparezcan pronto los cuatro jinetes que presagia el libro de las revelaciones o se estrelle pronto el tan merecido (hacemos esfuerzos diarios en todas partes del mundo para que la injusticia siga creciendo) y necesario meteorito que evapore al ser humano de la faz de la tierra, vamos a tener que seguir aguantando a todos estos cíclopes visionarios del país de los ciegos.
¡Un pico y una pala es lo que necesita esta clase de gente! O bien para cavar un hoyo y enterrarse, como favor a la humanidad y por respeto a Darwin, o para que aprendan lo que es trabajar y ganarse la vida sin vivir del cuento y la estulticia. Otro gallo cantaría...
"Timadores que confunden a la mayoría del mundo,
pues su truco es evitar que veamos lo que nos esconden,
la verdad está en sus mangas, la razón quién sabe donde,
si en esta tierra nacieran más maestros y menos condes".
Tras toda esta larga ausencia, divagar, deambular, buscar y pensar; no sé si realmente he conseguido hallar en el recuerdo del ayer, alguna respuesta. Sin cuerpo presente, con el cuerpo caliente, siento que todo lo vivido me ha re-vuelto y me ha movido. Quería desconectar, alejarme del pozo sin fondo, vivir la vida sólo un poco, ayudando a los demás. Recorrí miles de kilómetros por tierra, aire y mar. Tuve mis momentos de paz, sentí los labios de la libertad y eché de mi cabeza el tormento. En el desierto... conversando, compartiendo, descubriendo... vi la más brillante estrella fugaz. ¿Y qué sabía yo lo que el universo me estaba diciendo? ¿Era el destino o pura casualidad?
Lo que hagas... ¡Hazlo con el corazón! Y ponle sentimiento. Porque la vida no de-pende sólo de la razón y los conocimientos.
La casualidad me encontró sin querer. Donde menos busqué, hallé sorpresa y belleza. Pedazos de juventud, niñez... dulce inocencia.
La puerta que permite la entrada a la medina de mis entrañas, no siempre es la misma, cambia de forma, tamaño y sitio. Si no eres sincera conmigo, te devuelve la misma moneda... primero te atrapa, luego te defrauda y te engaña.
Tras un cristal veo lo que me espera, lo que el mañana quizás depara, por suerte, planeo y espero que... tan sólo sea una corta temporada. Mientras tanto toca... vivir, viajar, compartir, aprender, en definitiva... ¡ser feliz! La vida está para vivirla... ¿Y quién soy yo para contradecirla? Tranquilidad. No os preocupéis por mí. Seguro que estaré bien a pesar de volver al redil.
¿Eres tú o soy yo?... Esta tendría que ser la primera pregunta que nos hiciéramos todos; porque en el hecho de no-suposición y de autocuestión está la clave para poder hallar la respuesta a tan aparentemente fácil pregunta. Pero... ¿cómo puedo saber si soy nocivo para con los que me rodean? No creo que sea fácil pero SI creo que es sencillo evitar serlo.
Cierto tiempo atrás me marqué una máxima para poder deshacerme de una lacra que arrastraba, que descubrí que no me dejaba disfrutar plenamente de las experiencias y que, más importante aún para mí, me frenaba en mis relaciones con las demás personas. "Lo que no das te lo quitas. Lo que das a los demás, te lo das a tí mismo". Sé que, con los tiempos que corren, más de uno pensará que "para compartir estoy yo que no tengo ni para mí", pero no estoy hablando de cosas materiales o tangibles (que también, porque la generosidad no es dar limosnas y limpiar así nuestra conciencia pues existen MUCHAS formas de AYUDAR DE VERDAD -implicándose uno y manchándose las manos si hace falta-) sino de algo más humano y trascendental. La sociedad consumista-capitalista en la que vivimos y de la que nos estamos despojando (pienso) poco a poco, nos ha inculcado que "cuanto más tengo, más rico soy", que "lo que tengo es lo que soy" y que "una IMAGEN vale más que mil palabras (véase libros, en definitiva... ¡cultura!)" y no es más que todo lo contrario. Pienso en cómo se están forrando los terapeutas, psico-analístas, psicó-logos y demás psi-colgados que analizan y buscan una cura para enfermedades y trastornos de reciente aparición en las personas que el loco-y-manido mundo occidental ha creado. Porque Mundo... ¡Hay más de uno! Pero cualquiera de ellos SIEMPRE es mejorable. Y a eso voy; todos podemos cambiar si realmente queremos pero hace falta un ingrediente llamado A-C-C-I-Ó-N que va a compañado de otro, no menos importante y amante de la revolución, conocido como REACCIÓN.
Tras este pequeño divagar, buscado y necesario dentro de este tema, prosigamos con los vampir@s energéticos. Están por todas partes y estoy seguro que tenéis amig@s o conocidos que lo son pero... ¿cómo identificarlos? Para mí, la forma más sencilla de hacerlo es cuando siento que me roban la energía. Es tan fácil como compartir un momento con alguien y notar que te desgasta, consume y hasta es capaz de conseguir hacerte despreciar la vida o ese momento que estás viviendo. ¡Ahí lo tienes! Esa persona es un parásito. Y no estoy diciendo que lo haga a propósito, pero ese es su modus vivendi y además a costa tuya. Aunque también las hay porque son súcubosy ahí tenemos que andarnos con cuidado porque antes hablaba de dar y compartir pero robar... eso está mal y es de lección de barrio sésamo. La libertad de una persona acaba donde empieza la del otro y soy de la opinión de si vienes a "joderme", te quitaré de en medio (metafóricamente hablando). Mi consejo, y lo que he hecho durante todos estos años -con mayor y menor acierto en algunos casos, todo hay que decirlo- es apartar de mi vida a esa persona, matándola en mi subconsciente y haciendo que desaparezca para siempre. Porque no merece la pena, porque te está matando y sacando la sangre y la vida cuál sanguijuela y eso es inadmisible; va contra los principios estándar de supervivencia. Hace poco me recordaron un dicho que tenía olvidado: "No hay mayor desprecio que no hacer aprecio". No podría estar más de acuerdo. No se trata de ser egoista, narcisista, megalómano o edonista, sino de ser fiel a unos principios básicos de amor propio y coherencia.
Locust (Langosta) - Machine Head
Esta canción habla precisamente de la gente que se sirve de otra para conseguir su propósito, devorando todo lo bueno que encuentra a su paso hasta no dejar nada.
Hace mucho que se abolió la servidumbre y la estupidez, aunque a día de hoy pretendan hacérnosla tragar televisivamente, por lo que deberíamos realizar un ejercicio de análisis y observación para así poder evitar que otros acaben con nuestra paz y equilibrio. Hay que librarse de lo que nos impide avanzar porque al final... solos estamos, nosotros sólo.
Siguiendo la
línea que dibujan los latidos de un músculo ardiente y convaleciente, esbozando
trazos inertes en un monitor frío e inerte, voy a continuar des-cribiendo los
monólogos internos que alimentan el laberinto de mi (mal) pensamiento y que
encienden la hoguera de una caldera a la que no me queda más remedio que
alimentar por mi cuenta.
Si antes
hablaba de la felicidad, ahora, extrapolando por extremista de carácter (autodiagnosticado y
convencido), quiero, por necesidad y egoísmo, hablar de la tristeza. ¿Soledad
igual a tristeza? La soledad, si no es impuesta, no es tristeza. La desdicha,
las horas bajas, el desamparo dentro del laberinto sin minotauro... al fin y al
cabo la tristeza y la felicidad caminan juntas de la mano. Se sostienen la una
a la otra en perfecto balance y armonía, siempre y cuando uno no se despiste y
meta los pies hasta el fondo del lodo. Ahí es cuando se produce un
desequilibrio, derramamos parte de felicidad o parte de tristeza, pudiendo caer
en lo que yo llamo:
1-La Soberbia y La Imbecilidad:
Producidas por la embriaguez y el empacho del estado
de felicidad suprema (en ocasiones ilusoria o transitoria). Nos acostumbramos a
ella, tenemos, queremos más, exigimos y nos (la) autodestruimos. Esta puede ser
una “trampa” (a la que hacía referencia en la anterior entrada de este blog)
para algunos.
Como resultado de la descompensación de la balanza
hacia el precipicio de la desdicha nos arrojamos al vacío sin pensarlo dos
veces porque la emoción lo merece. Pero cuando queremos controlar la velocidad
de caída y nos damos cuenta de que hemos cogido demasiada velocidad y que ni
siquiera tenemos paracaídas... ahí es cuando llega el estremecimiento y el
pecho y alma quedan encogidas. Entonces nuestra cabeza, como si una extraña
fuerza de gravedad la atrajera, se agacha, dejamos de ver el horizonte y
sentimos que hasta la más mínima brisa podría derribarnos.
[Video: Kase-o Jazz M.: Renacimiento ]
(Pensaba poner la canción de Bunbury-Vegas “No fue
bueno pero fue lo mejor” pero es una ñoñada y además odio al papanatas de “Mr. Vegas”... está claro que este otro maño controla más la lírica.)
Aunque todos estos vaivenes de nuestra
estabilidad emocional nos vapulean, al final sólo existe un único camino: El
que realmente queremos recorrer; el que nos dicta el corazón. (Le escuchemos o no). Porque él es el que manda. Y si no... ¿Cómo que estás
viv@?
Cuando perdonamos, amamos.
Y cuando amamos, vivimos.
Para poder dar hay que saber recibir
(palos y regalos). Yo no creo que una vida colmada de pertenencias materiales
produzca felicidad. Más bien cubre necesidades innecesarias y nos carga peso
sobre los hombros. Un peso que transportamos a diario y que al cabo de un
tiempo nos acaba cansando y entonces... ¡Explotamos! Tiramos todo el peso de
golpe y nos liberamos. Pero seguimos padeciendo. ¿Por qué? Aquí es donde
aparece el arrepentimiento: una sensación que no nos deja disfrutar de nuestro
recién adquirido nuevo equilibrio. El equilibrio, la estabilidad de poder
volver a andar con los brazos extendidos, las palmas de las manos abiertas de
par en par dejando corretear el aire entre los dedos, sintiendo, disfrutando,
como nuestros antepasados o nuestros niños pequeños que hemos encerrado, que
somos parte de la naturaleza y del universo.
Disfrutamos y sufrimos por estar
vivos... ¡ya va siendo el momento de alegrarse y aprovechar cada segundo como
si fuera una vida! “Aprender a caminar junto a nuestros demonios o dejándolos
atrás” pero hay que progresar y avanzar. Porque el mayor agujero, la más GRANDE
de las trampas, es El MIEDO. El miedo nos paraliza y dibuja una línea como el
horizonte infinito que desemboca en nuestra últimaparada. La cardíaca.
En resumen; lo difícil es mantener el
equilibrio pero la pregunta es... ¿dónde llevas más peso: en la alegría o en la
tristeza? Y la más importante: ¿Hacia dónde quieres que se incline? Ahora, lo
complicado es ponerse en marcha y empezar a trabajar, agacharse y cambiar el
peso de la balanza para que nuestro demonio no aparezca y nos tome presos;
cautivos en la gélida e insomne guarida rodeados por todos nuestros miedos.
“El hambre agudiza el ingenio”, pero...
El hombre se esclaviza sin dueño.
“Watch your thoughts, for they become words.
Watch your words, for they become actions.
Watch your actions, for they become habits.
Watch your habits, for they become character.
Watch your character, for it becomes your destiny.”
“Vigila
tus pensamientos, pues estos se convierten en palabras.
Vigila
tus palabras, pues estas se convierten en acciones.
Vigila
tus acciones, pues estas se convierten en hábitos.
Vigila
tus hábitos, pues estos conforman el carácter.
Vigila
tu carácter, pues éste se convertirá en tu destino”.
Y para terminar lo que ha motivado todo esto:
“Happiness is real only when shared”.
“La
felicidad sólo es real cuando es compartida”.
Alexander Supertramp
NOTA:
Todas las palabras subrayadas contienen enlaces a imágenes, vídeos y
canciones suplementarias.
Todas las traducciones realizadas, para bien o para
mal, son del autor de este blog.
Cuando se escribe, por regla general, es porque se quiere ser leído. Y en este aspecto es el subconsciente el que manda. Partiendo de esta base, confieso que lo “único” que persigo es oxigenar mi cabeza de pensamientos e ideas que se van acumulando y que acaban por desbordar y ralentizar la capacidad de poder discurrir con cierta claridad.
Como traductor inconcluso, busco asimismo llenar el vacío que genera el trasvase de los textos llenos de ideas no-propias y de la re-creación de conocimientos y obras ajenas. Querer conseguir alcanzar una meta sin empeñar esfuerzo, tiempo y recursos es imposible debido a que “el movimiento se demuestra andando”. Por lo que desde este punto comienza mi camino (re)creativo y como pistoletazo de salida quisiera ahondar en un tema que, a mi parecer y por coyunturas personales, es la piedra angular de la humanidad: La felicidad.
¿Existe verdaderamente la felicidad o es una de otras muchas utopías o estados pasajeros? ¿Dónde y cómo encontramos el camino para llegar a ella? ¿Deseamos realmente llegar a ser felices? No poseo respuestas certeras a tales cuestiones pero sí ideas que sirven como herramientas para labrar este campo. Personalmente, me parece que para conseguir alcanzar un propósito se necesita desear de corazón, es decir, desde lo más intrínseco de nuestro ser, completar ese camino que hemos de recorrer; con altos y bajos, claros y oscuros, etc. Si “la fe mueve montañas”, el deseo y la autodeterminación mueven nuestro corazón. Me considero un creyente más que autoconvencido con base empírica de aquello de “querer es poder”. Y esto es lo que me mueve. Podrán parar mis pies, forzarme a hacer un alto en el camino pero no conseguirán que desista en mi propósito.
La sensación resultante de haber completado un objetivo es algo equivalente a la felicidad pero no es el súmmum. Me explico. Nos sentimos bien porque alcanzamos una meta, una de muchas tantas que conseguimos a lo largo de nuestra vida y eso nos reconforta. Pero hay que tener cuidado y estar alerta porque en cualquier momento puede aparecer nuestro peor enemigo, nuestra trampa personal que nos impide alcanzar el estado de felicidad plena. Por eso antes de adentrarnos en el sinuoso sendero hacia nuestro cometido debemos de hacer un ejercicio de autocrítica y autoanálisis para poder detectar cuál es nuestra trampa, nuestro diablo que nos “malaconseja” detrás de la oreja y poder así esbozar y trazar un plan de ataque y aniquilación del mismo. Poder engañar al diablo o acabar con nuestros vicios es la clave del éxito.
Para mí, hoy día existe una de las mayores trampas impuestas por el actual sistema, ya obsoleto, que coletea agonizante y que sigue ahogando a muchos: Poseer = Felicidad. Esto está muy extendido y aceptado (sólo hay que salir a la calle y ver el derroche de gente que encola las tiendas, aún de “rebajas”) y oculta el verdadero vicio del necio que desconoce que lo que posee no es más que peso que frena su avanzar continuo. Una de las vías hacia la felicidad está en dar al mundo para recibir de éste y no en poseer para quitar. Citando a uno de mis artistas favoritos que conseguía imbricar humor y crítica en sus películas (algunas de ellas mal clasificadas dentro del estilo “destape”):
“¿Tú sabes qué gusto da acostarse por la noche, mandar una pierna a Francia y otra a Inglaterra teniendo la conciencia bien tranquila? Toda mi vida he intentado hacer feliz a todo el que tenía cerca, por egoísmo náh más”. (Paco Martínez Soria, La ciudad no es para mí.)
Todo esto me lleva a tener que hablar de uno de los actos poéticos y de mayor con-ciencia-acción a los que he asistido hasta el momento. Alejandro Jodorowsky Prullansky (Tocopilla, Chile, 1929), uno de mis maestros y gurú esencial, compartió este sábado en la capital del rey-no sus conocimientos y claves para que los individuos encuentren la felicidad en el mundo; el de cada uno y en el subconsciente colectivo.
El único camino hacia “la paz” holística es por medio del sendero del amor, pero para poder tener amor, puro y pleno, es necesario albergar primero felicidad individual y posteriormente proyectarla colectiva. Tras leer y reflexionar sobre las enseñanzas del maestro (Psicomagia, La danza de la realidad, El maestro y las magas, Fábulas pánicas, etc...) he llegado a esta y otras conclusiones que no dejan de completarse, al igual que el aprendizaje que es un proceso continuo y por ende, las definiciones no están nunca completas del todo. Definir, delimitar, concluir, matar y morir son palabras que se me antojan sinónimas. ¿Por qué definir algo por completo y asesinarlo cuando puedes continuar ampliando y formar parte de la (re)creación de un proceso imperecedero? Al igual que el espíritu, la ilusión es eterna. Y con la ilusión nace la imaginación y de ésta la felicidad gracias a la plenitud.
Durante todo el texto he citado términos de gran importancia pero carentes de valor en sí mismos si no somos capaces de llevarlos a cabo. En otras palabras, con gestarlos no es suficiente, hay que sacarlos de nuestro mundo interior hacia el exterior y darles (la) vida. Y con esto vuelvo a la idea del principio, como un ciclo que empieza y acaba y empieza... en el que para conseguir reacción hace falta acción, movimiento: Individual-de consciencia-colectiva.
Si la felicidad empieza por un@ mism@... la pregunta es: ¿Cómo y cuándo piensas a llegar a ella?