Siguiendo la
línea que dibujan los latidos de un músculo ardiente y convaleciente, esbozando
trazos inertes en un monitor frío e inerte, voy a continuar des-cribiendo los
monólogos internos que alimentan el laberinto de mi (mal) pensamiento y que
encienden la hoguera de una caldera a la que no me queda más remedio que
alimentar por mi cuenta.
Si antes
hablaba de la felicidad, ahora, extrapolando por extremista de carácter (autodiagnosticado y
convencido), quiero, por necesidad y egoísmo, hablar de la tristeza. ¿Soledad
igual a tristeza? La soledad, si no es impuesta, no es tristeza. La desdicha,
las horas bajas, el desamparo dentro del laberinto sin minotauro... al fin y al
cabo la tristeza y la felicidad caminan juntas de la mano. Se sostienen la una
a la otra en perfecto balance y armonía, siempre y cuando uno no se despiste y
meta los pies hasta el fondo del lodo. Ahí es cuando se produce un
desequilibrio, derramamos parte de felicidad o parte de tristeza, pudiendo caer
en lo que yo llamo:
1- La Soberbia y La Imbecilidad:
Producidas por la embriaguez y el empacho del estado
de felicidad suprema (en ocasiones ilusoria o transitoria). Nos acostumbramos a
ella, tenemos, queremos más, exigimos y nos (la) autodestruimos. Esta puede ser
una “trampa” (a la que hacía referencia en la anterior entrada de este blog)
para algunos.
“When you want more than you have
You think you need...
And when you think more than you want
Your thoughts begin to bleed.
I think I need to find a bigger place
Because when you have more than you think
You need more space.”
“Cuando
deseas más de lo que tienes,
Crees
necesitar...
Y
cuando piensas más de lo que quieres,
Tus
pensamientos comienzan a sangrar.
Creo
que necesito encontrar otro lugar
Porque
cuando tienes más de lo que crees
Necesitas mayor libertad”.
2- La Autocompasión y La Amargura:
Como resultado de la descompensación de la balanza
hacia el precipicio de la desdicha nos arrojamos al vacío sin pensarlo dos
veces porque la emoción lo merece. Pero cuando queremos controlar la velocidad
de caída y nos damos cuenta de que hemos cogido demasiada velocidad y que ni
siquiera tenemos paracaídas... ahí es cuando llega el estremecimiento y el
pecho y alma quedan encogidas. Entonces nuestra cabeza, como si una extraña
fuerza de gravedad la atrajera, se agacha, dejamos de ver el horizonte y
sentimos que hasta la más mínima brisa podría derribarnos.
[Video: Kase-o Jazz M.: Renacimiento ]
(Pensaba poner la canción de Bunbury-Vegas “No fue
bueno pero fue lo mejor” pero es una ñoñada y además odio al papanatas de “Mr. Vegas”... está claro que este otro maño controla más la lírica.)
Aunque todos estos vaivenes de nuestra
estabilidad emocional nos vapulean, al final sólo existe un único camino: El
que realmente queremos recorrer; el que nos dicta el corazón. (Le escuchemos o no). Porque él es el que manda. Y si no... ¿Cómo que estás
viv@?
Cuando perdonamos, amamos.
Y cuando amamos, vivimos.
Para poder dar hay que saber recibir
(palos y regalos). Yo no creo que una vida colmada de pertenencias materiales
produzca felicidad. Más bien cubre necesidades innecesarias y nos carga peso
sobre los hombros. Un peso que transportamos a diario y que al cabo de un
tiempo nos acaba cansando y entonces... ¡Explotamos! Tiramos todo el peso de
golpe y nos liberamos. Pero seguimos padeciendo. ¿Por qué? Aquí es donde
aparece el arrepentimiento: una sensación que no nos deja disfrutar de nuestro
recién adquirido nuevo equilibrio. El equilibrio, la estabilidad de poder
volver a andar con los brazos extendidos, las palmas de las manos abiertas de
par en par dejando corretear el aire entre los dedos, sintiendo, disfrutando,
como nuestros antepasados o nuestros niños pequeños que hemos encerrado, que
somos parte de la naturaleza y del universo.
Disfrutamos y sufrimos por estar
vivos... ¡ya va siendo el momento de alegrarse y aprovechar cada segundo como
si fuera una vida! “Aprender a caminar junto a nuestros demonios o dejándolos
atrás” pero hay que progresar y avanzar. Porque el mayor agujero, la más GRANDE
de las trampas, es El MIEDO. El miedo nos paraliza y dibuja una línea como el
horizonte infinito que desemboca en nuestra última
parada. La cardíaca.
En resumen; lo difícil es mantener el
equilibrio pero la pregunta es... ¿dónde llevas más peso: en la alegría o en la
tristeza? Y la más importante: ¿Hacia dónde quieres que se incline? Ahora, lo
complicado es ponerse en marcha y empezar a trabajar, agacharse y cambiar el
peso de la balanza para que nuestro demonio no aparezca y nos tome presos;
cautivos en la gélida e insomne guarida rodeados por todos nuestros miedos.
“El hambre agudiza el ingenio”, pero...
El hombre se esclaviza sin dueño.
“Watch your thoughts, for they become words.
Watch your words, for they become actions.
Watch your actions, for they become habits.
Watch your habits, for they become character.
Watch your character, for it becomes your destiny.”
“Vigila
tus pensamientos, pues estos se convierten en palabras.
Vigila
tus palabras, pues estas se convierten en acciones.
Vigila
tus acciones, pues estas se convierten en hábitos.
Vigila
tus hábitos, pues estos conforman el carácter.
Vigila
tu carácter, pues éste se convertirá en tu destino”.
Y para terminar lo que ha motivado todo esto:
“Happiness is real only when shared”.
“La
felicidad sólo es real cuando es compartida”.
Alexander Supertramp
NOTA:
Todas las palabras subrayadas contienen enlaces a imágenes, vídeos y
canciones suplementarias.