miércoles, 7 de noviembre de 2012

"HE aquí una luZ"

El comienzo de una nueva era no debiera de servir de abono para las semillas de viejos frutos putrefactos. Los gusanos que carcomían desde la raíz éste árbol, de apariencia robusta y hoja perenne, dejaron su rastro y los despojos que a día de hoy apestan su entorno. 

No sé si el hedor es mayor o menor que el efecto tan perturbador que genera, pero de lo que no cabe duda es que si en un lugar abunda la mierda, no hay dios en ese sitio que se salve de olerla por mucho que haga como si no existiera.

Los dinosaurios que una vez gobernaran la tierra (de largo muchísimo mejor que el ser humano) tras millones de años enterrados, hoy día vuelven a tener el poder en sus garras.
¿Cómo? El líquido viscoso en el que se convirtieron mueve hoy a lo que llamamos (in)Mundo.

Le han dado el poder a quien nunca lo debió ob-tener y con ello han moldeado una figura de aspecto y tacto parecido al barro aunque con mucha menos consistencia y más olor a decadencia.

Pero... ¡qué nadie se confunda! Todos nos bajamos los pantalones, dentro y fuera del váter, nos sentamos cual acto de pasividad y relajación absolutas ante la llegada de una gran cagada.

Joder todo lo que se nos ponga por delante (o por debajo, según el ojo que mire) sin planteamiento más profundo o más lejano y al final acabamos todos de porquería hasta los codos, nadando entre des-hechos y tragando para poder mantenernos sanos y salvos.

Es el todo avocado a la nada por haberlo estropeado. -"¿Y ahora qué hago?"
No creo que me duela revelaos que es demasiado tarde para dejar de caminar descalzo por el fango y pretender seguir de punta en blanco.

De niños nos manchábamos jugando y ahora que vacilamos de adultos... somos más tontos del culo que cuando nuestras madres solían limpiárnoslo. El papel que usamos rebaña todo aquello de lo que queremos librarnos; seca nuestras conciencias pero impregna y repella la vergüenza (¿ajena?).

Si bien hay algo muy cierto es que todo vuelve al mar en el que nos bañamos, al río en el que pescamos, al agua que bebemos y a la lluvia que riega nuestros campos. Pero lo más triste de todo es que...

Jamás comprenderemos que nunca pudimos evitar cagar aquello que tragamos.


J@mm.